Música Popular

Música en México, Música Popular

En la Música Popular, aunque el musicógrafo Juan S. Garrido hace nacer la canción romántica mexicana con “Perjura” (1901), de Miguel Lerdo de Tejada, lo cierto es que como la canción mexicana, que arranca con la independencia del país (1821) es toda romanticismo y se define generalmente por la intensidad emotiva de su contenido.

Como en toda la música de México, en la canción se advierten influencias muy diversas, que en el caso suelen ser más evidentes. Ritmos como el de la “habanera”, procedente de Cuba a través de España, el del “bambuco” importado directamente de Colombia o el de la “chilena” que en su país de origen se llama “cueca”, han sido adoptados y adaptados por compositores de Yucatán, de Guerrero o de la capital del país,  convirtiéndose así en melodías populares que con los años pasaron a formar parte del folclore nacional.

En México se distingue la canción que puede llamarse “culta” de la popular, aunque muchas veces tengan raíces comunes. Manuel M. Ponce, uno de los precursores del nacionalismo musical, compuso muchas canciones de esa índole, entre las cuales “Estrellita” ha dado varias vueltas al mundo. Mientras la canción “culta” era cantada por las damas de la sociedad urbana, la “popular” corría a cargo, principalmente, de las gentes del campo y muchas veces era de transmisión oral.

Dentro del género popular sobreviven hasta hoy canciones que son herederas del romance español, como es el caso de los corridos narrativos que cobraron gran auge durante la Revolución (1910-1920).

Cada zona del país suele tener estilos propios, a veces nacidos allí mismo, a veces importados de otras regiones u otros países. Hay muchas canciones que tienen forma de danza lenta; otras que proceden del chotís madrileño, de la polca o del fox-trot, avecindado en México desde principios del siglo XX. Entre esas fórmulas urbanas y las canciones “charaperas” de la región lacustre de Michoacán, no hay más punto de contacto que la expresión de un sentimiento que tiende a la melancolía, aunque esté revestido, en ocasiones,  de los ritmos más alegres.

MÚSICA DE LA GRAN CIUDAD

Todas las grandes urbes del mundo tienen sus propios sonidos, y dentro de ellos los que distinguen cada barrio, cada plaza o ciertos lugares de reunión. Mencionar el Harlem neoyorquino es hacer clara referencia a épocas de explosión del jazz, como hablar de Bowery es evocar años de oro del rag-time.

La ciudad de México, convertida desde hace varias décadas en una de las mayores del mundo, tiene en sus calles un amplio escenario para que sus habitantes canten “sin pedirle permiso a nadie”, como ha dicho el distinguido novelista Gustavo Sainz.

Restaurantes, bares, mercados,  plazas de toros, portales, banquetas son algunos lugares donde los mexicanos “echan sus penas al viento” o proclaman estruendosamente su alegría. Desde la pequeña murga callejera, hasta la insólita hoja de árbol usada como instrumento musical; del tradicional mariachi en la plaza Garibaldi a la marimba sobre una lancha en los canales de Xochimilco; del trío emulador de “Los Panchos” que canta en una fonda a la guitarra solitaria que acompaña a los juglares ambulantes, se dan todas las expresiones.

El rey indiscutible, que por desgracia está viendo tambalearse su trono, ha sido el cilindro, de construcción alemana, que los años de uso y el pobre mantenimiento han deteriorado seriamente, a pesar de lo cual sigue haciendo oir sus notas, que no por desafinadas  dejan de ser identificación urbana.

Es habitual que en Veracruz se escuche música jarocha, de la misma forma que en Mérida se oye a los trovadores yucatecos. En Monterrey sonará el ritmo contagioso de polcas y redovas y la noble vibración de las marimbas llenará el aire en los pueblos del Istmo de Tehuantepec. 

Pero en la capital del país ocurre otra cosa. Si la ciudad de México ha sido desde los tiempos coloniales, núcleo que  atrae a todos los habitantes de la nación, hoy, más que nunca, es prisma prodigioso donde brillan los colores de todas las músicas y fluye el caudal de todos los sentimientos.

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